Recuerdos del futuro. Sobre Deleuze, la memoria y la neurociencia

Abstract

Al principio es la catástrofe. Un plano cenital de un aparatoso accidente de tráfico, con el que culmina la caída de una chica desde lo más alto de un edificio, cambia de formato para adquirir el de una cámara de vigilancia. El plano se duplica, se cuadriplica, se multiplica en progresión geométrica hasta llenar la pantalla de un mosaico de imágenes ininteligibles que, empequeñeciéndose, se transforman en el ruido blanco de una imagen digital. En el margen superior derecho hay, no obstante, lo que llamamos un píxel muerto, un micropunto negro obstruyendo la movilidad del caos. Es un agujero en el cerebro de la imagen. Es el modo que Jerzy Skolimowski tiene, en 11 minutes (2017), de indicar que esa imagen-mundo, constituida por ráfagas de realidad en forma de paralepípedo, rígidos compartimentos que licúan sus fronteras cuando se convierten -cuando nos convertimos- en píxeles, son la destilación de una interferencia. Es la forma de una pantalla que piensa, nublada. La clave está, pues, en ese punto ciego que quiebra el flujo; que, estático en su oscuridad, nos mira fijamente.