El interfaz entre los responsables de la economía y de la asistencia sanitaria
El interfaz entre los responsables de la economía y de la asistencia sanitaria
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Resum
La tirantez de las relaciones entre los responsables de la economía y la asistencia sanitaria suele ser en muchos países un clásico en toda regla. La narrativa suele operar como sigue: El presidente del país se vanagloria del bienestar de sus ciudadanos enarbolando las bondades del sistema sanitario. El responsable de Economía se añade con las prebendas de una sociedad que funciona con una sanidad fiable y un sector proveedor creador de riqueza. Y el ministro de hacienda muestra su cara menos amable, cicuta del gasto sanitario y enervador de unos ministros y consejeros de sanidad que desde su club particular de afectados (asociaciones de pacientes, grupos profesionales, industria…) reclaman más y más gasto. Entre bambalinas, observa el sector sanitario privado, al acecho de entender cuáles serán los próximos movimientos de la cobertura pública en asegurar la financiación ante nuevas prestaciones, y así valorar su capacidad de acceder a los recursos privados de los usuarios. ¿Qué está pasando aquí? ¿Es dislexia de no saber interpretar lo que se lee? ¿Es esquizofrenia de quien redacta la propia narrativa? ¿Sanidad, sector de gasto, fagocitador de cualesquiera sean los recursos puestos a su disposición? ¿Sanidad como sector generador de riqueza y del valor más preciado en el bienestar de los ciudadanos? ¿Cómo quedamos? ¿Es una historia en minúsculas de policía bueno y policía malo? ¿Una gran comedia, distribución de roles para ensalzar las posiciones intermedias? ¿O una performance de quienes saben el precio de todo pero ignoran el valor de lo más mínimo y acaso de quienes atribuyen un valor absurdo a todo e ignoran el precio de lo más mínimo? El malogrado ministro Lluch me lo reiteraba ante mi crítica de incredibilidad del instrumento presupuestario en sanidad: ‘no le eches una mano al sector que te pillan el brazo’, tal es su capacidad de inducir demanda, nuevas necesidades, más servicios, más gasto. El texto que sigue surge de una reflexión producida en razón de mi participación en un grupo de diez expertos economistas de la salud en la OMS (Copenhague, Abril del 2018), encuentro preparatorio del High Level Meeting de Junio que ha de rememorar los diez años de la declaración de Tallin en Junio en esta misma ciudad. Decía la Tallinn Charter en 2008: ‘Beyond its intrinsic value, improved health contributes to social wellbeing through its impact on economic development, competitiveness and productivity… High performing health systems contribute to economic development and wealth’. Las preguntas eran obvias: con tan claros reconocimientos, ¿por qué razón todo este entorno de relaciones contrapuestas entre los responsables fiscales de reorientar recursos privados a públicos y sanitarios de retornar aquellos en especie para el más preciado de los valores? ¿Es un problema de lenguaje? ¿Se pierden sus protagonistas en la traducción de sus intereses propios en detrimento de los conjuntos a los que supuestamente sirven? ¿Existen mensajes que sean denominadores comunes en su máximo nivel, más allá de comunes múltiplos capaces solo de abarcar frases eufemísticas sin fuerza de aplicación?Col·leccions
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