EN PLENO SIGLO DE LAS LUCES, EL XVIII, comienza ser posible la discusión política, y empieza a formarse la opinión pública. Las publicaciones periódicas ayudan a tomar partido, a veces de forma apasionada. Los cafés y otros establecimientos pú-
blicos ayudan a la socialización y al debate, hasta extremos a veces exagerados.
Este entremés, prácticamente desconocido (agradecemos al profesor André Belo, de la Université Rennes 2 de Francia, que nos lo haya dado a conocer) refleja precisamente ese ...
EN PLENO SIGLO DE LAS LUCES, EL XVIII, comienza ser posible la discusión política, y empieza a formarse la opinión pública. Las publicaciones periódicas ayudan a tomar partido, a veces de forma apasionada. Los cafés y otros establecimientos pú-
blicos ayudan a la socialización y al debate, hasta extremos a veces exagerados.
Este entremés, prácticamente desconocido (agradecemos al profesor André Belo, de la Université Rennes 2 de Francia, que nos lo haya dado a conocer) refleja precisamente ese tipo de discusiones, más basadas en los sentimientos y en las posiciones arbitrarias que en el raciocinio o en una opinión fundamentada, y critica la escasa credibilidad de las gacetas, esos periódicos informativos que vienen del siglo pasado, el XVII.
El autor de este entremés, que era una obra de humor grosero y directo para ser representada en los descansos entre actos de comedias más largas y de más enjundia, era al parecer un escritor aficionado de Santarém, nacido en 1690, en plena explosión de las gacetas informativas en toda Europa. Refleja en cierta medida cómo se consumían estos impresos, no de forma privada sino como acicate para compartirlas públicamente, e incluso para ser compartidas. También se mencionan otras fuertes informativas, manuscritas en este caso, que venían por el correo, y que por su carácter semiprivado podían servir para confirmar, refutar o completar las informaciones impresas.
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